Entrevista a Xavier Gramona, vicepresidente y copropietario de Gramona

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Si algo evoca Xavier es calma y serenidad. Todo un gentleman cuyo expertise se ha ido formando a través de una trayectoria profesional llena de éxitos. Las 65 hectáreas de viñedos que tiene en propiedad junto a su primo Jaume se las conoce al dedillo. Y así te lo demuestra cuando te lleva a pasear por la finca ubicada en Sant Sadurní (Cataluña) con su 4X4. Artífice del éxito de la marca Gramona en el mercado nacional e internacional, sin duda, este rey de copas tiene mucho que enseñar al sector del vino. Y es que está claro que lo cortés no quita lo valiente…

Quinta generación de la familia Gramona, tendrás miles de anécdotas que contar relacionadas con el vino, ¿nos podrías explicar tu primer recuerdo con el vino?

Son simultáneos en una infancia feliz cuando de vino se trataba. No tengo recuerdos de la ciudad, donde vivíamos, y sí de los fines de semana, vacaciones y veranos de vendimia que pasaba en el pueblo, Sant Sadurní: paseando a caballo con mi abuelo por el viñedo, pisando uvas con los pies en el lagar del Celler Batlle, que no había cambiado desde 1881, las fiestas de vendimia, y sobre todo, bajando a las cocinas después de la comida dominical de los Gramona-Batlle, con mis hermanos y primos, para terminarnos a escondidas los culos de botellas de champán que habían dejado los mayores, para luego acabar todos siesteando apretujados en la buhardilla de la casa familiar. No teníamos ni 10 años.

– Licenciado en Ciencias Empresariales y adquiriendo experiencia en empresas y finanzas fuera de casa, ¿cuándo y por qué decides volver al Penedès e involucrarte de lleno en el proyecto familiar?

Con 35 años intento poner en orden los asuntos de mi padre ya mayor y retirado, hemos perdido a mi hermano y la familia necesita apoyo. Me tomo unos meses sabáticos en mi trabajo en el mundo financiero y entre otros revisito la bodega y su entorno, de los que había estado alejado durante más de 20 años. Algo se debió remover dentro de mí, rememoré y decidí colgar la corbata y dedicarme de pleno al vino y la familia.

– Tus abuelos, Pilar Batlle y Bartomeu Gramona se animaron a presentar los primeros espumosos en el mercado en 1921. Sus hijos, Josep Lluís y Bartomeu, arrancaron en 1945 una nueva era en Gramona. Ahora, en tus manos, junto a las de tu primo Jaume, ¿qué es lo que más os ha marcado de vuestros antepasados? 

Jaume y yo heredamos un gusto por la elegancia en el vino, una finura que sólo es posible alcanzar con un trabajo muy cercano al viñedo y la larga crianza bien entendida, es decir, trabajada desde la artesanía y la conversación con el vino. Ello nos ha llevado siempre a tener a la familia trabajando en la elaboración, ahora ya en 6 generaciones seguidas, y a imprimir un estilo que está en nuestro ADN. En casa decimos que la tierra es la partitura, la cepa el instrumento y nosotros los músicos. Solistas u orquesta, somos de alguna manera una escuela de música en familia. Estamos particularmente dedicados, en la presente generación, a reconocer con humildad que los agricultores en general habíamos descuidado la tierra o malinterpretado su sostenibilidad y con ello la personalidad de sus frutos. Hace ya 20 años que nos dedicamos a recuperar la vida en la tierra con agricultura orgánica o ecológica y, hoy en día, ya biodinámica, se trata de un proyecto mucho más ambicioso.

– En vuestra apuesta por las largas crianzas, perseverancia y paciencia son dos cualidades necesarias para embotellar el tiempo. Pero, además, se ha dicho de Gramona que es reflejo del “seny catalán”. ¿Es este sentido común el secreto de vuestro éxito?

En la familia hubo siempre, generación tras generación, personalidades contenidas, trabajadoras y sobrias y al tiempo otras lanzadas, aventureras, creadoras y capaces de romper esquemas establecidos. Una alquimia que se ha conservado hasta incluso la sexta generación que nos sigue. En efecto, ésta alquimia podría coincidir con la definición de «seny catalán», es decir tradición, seriedad, trabajo y fiesta o locura cuando toque.    – En la actualidad, ya estáis traspasando paulatinamente las riendas del negocio a vuestros hijos Roc (bodega y viticultura) y Leo (gestor de la marca). Aunque jóvenes, pero sobradamente preparados, ¿en dónde notas más las diferencias generacionales?

Diría efectivamente que están mucho más preparados que nosotros. Ellos han crecido en un mundo mucho más veloz, exponencial en exigencia del amante del vino, conocimiento técnico, sensibilidad cultural, complejidad de la oferta … Hace 30 años nadie sabía el nombre del enólogo, como tampoco el del chef de un restaurante. Hoy, si el vino quiere aspirar al Olimpo, igual que en una cocina, sus creadores deben estar expuestos … Ello requiere personalidades trabajadas, fuertes, contenidas y resistentes a la crítica, igual que al elogio.

– Muchas veces has comparado la edad de un vino espumoso y su momento de consumo, con los diferentes ciclos vitales humanos. ¿Qué tiene un madurito que no tenga un joven?

Ja, ja, ja … Evidentemente, hay un vino para cada momento y persona. Un espumoso joven tiene la alegría de la juventud, un buen carbónico y acidez que nos refrescan y sacian la sed, la potencia del fruto de un cuerpo joven … Perfecto para pasar un buen rato. La crianza nos lleva a la edad, a la complejidad de la sabiduría, a la elegancia de un carbónico convertido en suave crema y que no nos llena el estómago, de una acidez que nos da frescor, pero que nunca nos molesta. Todo ello en un vino espumoso nos lleva a disfrutarlo con gastronomía, por sus matices, su elegancia, su finura. Son vinos para comer o para largas veladas.

– Supongo que un momento duro, pero decisivo para la empresa, fue salir de la DO Cava para crear Corpinnat en 2017, una marca colectiva que aglutina bodegas que defienden el origen, la sostenibilidad y las largas crianzas. Cinco años después, Corpinnat es la marca de referencia de los espumosos de calidad del Penedès. ¿Cuál crees que es el próximo objetivo de la marca colectiva?

La marca nació para poner de manifiesto y en voz alta que el Penedès puede ser una tierra de grandes vinos espumosos del mundo. Ello debía de animar al sector a mejorar las prácticas y la calidad media y a llamar la atención de los mercados. Y lo queríamos hacer desde la marca Cava. Cava no aceptó nuestra iniciativa y reto, pero estamos consiguiendo desde fuera y sin amparo de una DO nuestro primer objetivo. La muestra es que a raíz de nuestra revolución, Cava ha zonificado por fin y ha establecido un reglamento con baremos de calidades más exigente y los Clàssic  Penedés han hecho lo propio. En el futuro deberíamos, ya con este objetivo conseguido y por responsabilidad con el territorio, aunar esfuerzos con todos los agentes que lo habitan, sacrificar, si es necesario, parte de nuestro valor como componentes de Corpinnat, y formar parte de una mayor oferta de vinos espumosos que el consumidor y amante del vino pueda entender bien. Un territorio, un vino espumoso. Con reglamentos y zonas que le permitan distinguir las formas de trabajar de sus elaboradores. Como presidente fundador que he sido, siempre he defendido la necesidad de no quedarnos en nuestra burbuja de laureles de Corpinnat y compartir con el sector nuestro know how.

– Si por algo destaca Corpinnat, además de por la calidad de sus vinos, es por potenciar el empoderamiento del territorio. Os comprometéis a dignificar el trabajo del viticultor con alianzas de larga duración, una viticultura sostenible y pagando la uva a un precio mínimo garantizado. ¿Partiendo de estas premisas nace “Alianzas por la Tierra”? ¿Exactamente en qué consiste?

De hecho, Alianzas por la Tierra es una asociación que promovió Gramona con anterioridad a la formación de Corpinnat y sirvió a ésta para inspirarse. Los contratos de larga duración, incluso de vida de viñedo o el pago mínimo, se establecieron entre Gramona y los 12 viticultores de Alianzas años antes. Y todos los integrantes, con más de 450 Ha incluidas las nuestras, somos biodinámicos certificados. Con la creación de Alianzas, Gramona se garantizaba la disponibilidad de uva biodinámica, escasa en el Penedés, garantizábamos una relación con trabajadores de la tierra que secundaban nuestra filosofía en la tierra, más sostenible y desconocida por la agricultura de la zona, y ofrecíamos al mismo tiempo una relación digna a sus agricultores.

– Después de décadas poco valorada por su escaso aroma y dura estructura, la uva xarel·lo, la variedad insigne del Penedès, vive un buen momento. Y es que si algo tiene esta uva rústica, resistente y con personalidad, es un gran carácter antioxidante. ¿Radica en esta variedad la clave de los espumosos de larga crianza?

Probablemente sí. De hecho, no hay evidencias científicas sobre cómo o por qué proceso afectan los antioxidantes del vino a su longevidad o incluso a la salud humana, pero sí sabemos que el xarel·lo es la variedad blanca con más antioxidantes en el mundo, e incluso más que variedades tintas como la pinot noir y otras. Son estudios de las Universidades de Dijon en 1997 y Washington en el 2006, entre otras.

– Ahora que habéis cumplido 100 años de historia, vuestra casa debe ser un auténtico santuario. ¿Cuál es la botella más antigua que conserva Gramona?

Cumplimos 100 años de la primera etiqueta en el mercado con un espumoso de marca Gramona. Mis abuelos empezaron ya en 1910 a hacer pruebas con otras marcas en la bodega que nuestra familia ya construyó en 1881, el Celler Batlle. Guardamos botellas de espumosos de unas 50 cosechas, y la más antigua hoy todavía en rima es de 1933. Y así de los cuarenta, los cincuenta, etc. También tenemos botellas etiquetadas del primer Dos Lustros cosecha del 39 y lanzadas al mercado en 1950. Probablemente, los primeros espumosos de larga crianza elaborados en este país y quizás fuera de la Champagne.

– Aunque sabemos que cada etiqueta es como un hijo, ¿Cuál es la que te ha dado más quebraderos de cabeza? ¿Es también de la que te sientes más orgulloso?

En su día nadie creía en la capacidad de tan largas crianzas como tienen las Enotecas de Gramona. Fuimos pioneros con un dos Lustros y diez años de crianza cambiando ya en los años cincuenta el paradigma de que un vino espumoso fuera de la Champagne tenía que ser joven, fresco, afrutado y nada más. Pero queríamos ir más lejos. Hacia 1995 acordamos con Jaume y, a contracorriente del mercado, guardar en rima las primeras 3000 botellas de Enoteca. Las empezamos a poner en catas a ciegas y verticales en Madrid y Barcelona, ante más de 100 sumilleres en cada ciudad en el 2008. Fue una revolución. En los diez años siguientes nuestras Enotecas han sumado en más de cinco ocasiones 99 puntos en al menos tres Guías de Vino españolas y muchos otros reconocimientos. Muy pocos vinos de ningún tipo lo han conseguido. No puedo sentirme más orgulloso, aunque el mejor reconocimiento es el de la cara de un amante del vino que las disfrute.

– Icónicos de Gramona como Enoteca, Celler Batlle, Gramona Imperial o III Lustros, han demostrado a nivel internacional que se pueden elaborar grandes vinos espumosos fuera de la Champaña. ¿Qué tiene el Penedès que no tenga el resto de regiones vitivinícolas?

Fuimos una zona clave en la historia del vino espumoso. Estábamos cerca y con vino blanco disponible en el siglo XIX, cuando los espumosos franceses necesitaron vino blanco durante su filoxera, que tardó en alcanzarnos gracias al Pirineo, y aprendimos que con xarel·lo, una variedad única de nuestra zona, hoy en día, se pueden hacer buenos espumosos. Después, otros accidentes históricos, como los diez años de mercado pobre, ocasionados por la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial seguidas, nos permitieron comprobar que aquellos stocks en rima que no habíamos podido vender, lejos de estar demasiado oxidados, como se decía que debía de ser, se habían convertido en realidad en vinos espumosos excelentes. Hoy en día sabemos que, junto a nuestro Mediterráneo, disfrutamos de una combinación de acidez y antioxidantes en la xarel·lo que nos permiten mantener el frescor durante largos años mientras el vino se afina y gana elegancia, y sin necesidad de añadir azúcar como todavía necesita un Champagne.

– El trabajo dignifica al hombre, pero el tiempo libre lo magnifica. ¿A qué te gusta dedicarlo? ¿Alguna de tus aficiones te ha ayudado en el día a día de tu trabajo?

Pues debo de ser un hombre pequeño, porque creo que me he dedicado casi exclusivamente al trabajo. Ja, ja, ja … En fin, no es una receta recomendable. Mis aficiones, aunque mucho menos practicadas de lo que me gustaría, han sido el mar, el sol y la vela; la montaña, la nieve, con música y chimenea, o un paseo en bici hasta el mercado entre campos primaverales. El ajedrez y los crucigramas, también con música, y coleccionar libros que no leo. Obviamente, gracias a mi profesión, comer y beber en los cielos es parte de mi vida.

– Seguro que a lo largo de tu trayectoria has probado grandes tesoros vinícolas, ¿nos podrías confesar el nombre de algún vino que recientemente te haya robado el corazón?

Claro, un tinto que elaboran mi sobrino Roc y mi hijo Leonard, Els Escorpins, una garnacha negra de su bodega L´Enclòs de Peralba. Quizás el orgullo de sangre tenga algo que ver,  pero me han regalado ellos la botella y … Van muy buscadas, ja, ja, ja…

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